México: abierto a plantaciones de árboles

México: puerta abierta a plantaciones de árboles “neoliberales”

México está integrado a un modelo que prioriza las necesidades de la demanda del capital industrial transnacional orientado a la exportación. A esa demanda se subordina la política ambiental y los derechos de los pueblos indígenas y campesinos (ver Boletín 14 del WRM).

Dentro de ese esquema entra la plantación de miles de hectáreas de árboles celulósicos como el eucalipto, de especies de rápido crecimiento como la teca, melina, pawlonia, cedro rosado. Según palabras del director de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), Alberto Cárdenas Jiménez, resultan muy “positivos” los cambios realizados por el congreso a la Ley Forestal el pasado mes de diciembre pues “El asunto de las plantaciones quedó desregulado a su máxima expresión”. Eso quiere decir que se abrirán aún más las puertas para el ingreso masivo del “perfecto árbol neoliberal”, el eucalipto, al decir de Jaime Avilés, columnista del diario mexicano La Jornada, porque crece rápido, mata todo lo que está a su alrededor y genera grandes ganancias para muy poca gente.

El Plan Puebla Panamá (PPP), que busca convertir a México y Centroamérica en una gran zona de libre comercio, con incontables maquiladoras y “canales de tierra” para incrementar el comercio interoceánico, tiene como uno de sus componentes la plantación a gran escala de monocultivos de ese tipo de árbol. Algunas de esas plantaciones serán proveedoras de madera y celulosa. Otras tal vez sirvan de “sumideros de carbono”, un truco más de las transnacionales para evitar reducir las emisiones de gases contaminantes de los automóviles y grandes industrias en los llamados países desarrollados, que han provocado el calentamiento de la atmósfera.

Como parte del Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kioto, los sumideros de carbono dan carta blanca a países e industrias para seguir contaminando, siempre y cuando financien proyectos “ecológicos” en el Tercer Mundo que supuestamente compensen la contaminación creada. Entre esos proyectos se incluye la plantación de árboles. Alguno podría pensar: ¿Qué problema puede haber con eso? ¿Acaso los ecologistas no se la pasan despotricando para que se siembren árboles? El WRM ha explicitado largamente la gran diferencia que existe entre los bosques y las plantaciones en gran escala de monocultivos de árboles, que presentan los mismos problemas ecológicos que los monocultivos agrícolas.

Dice el profesor Andrés Barreda, de la Universidad Nacional Autónoma de México, que las plantaciones forestales industriales “en realidad no son los complejos ecosistemas que nombramos genéricamente como bosques sino monocultivos estrictos emplazados sobre gigantescas áreas productivas (de varias decenas de miles de hectáreas) que vienen asociadas a la necesaria expulsión de la población rural, al desempleo que se refuerza con la mecanización de la producción forestal, al empleo intensivo de fertilizantes, pesticidas, herbicidas, etc., al desarrollo de plagas, al agotamiento y contaminación de los mantos freáticos, a la destrucción de la biodiversidad”. Con los sumideros de carbono, “se introducen directamente empresas transnacionales en los procesos comunitarios de gestión de los bosques. Se involucra a las comunidades dentro de una gran manipulación de escala mundial según la cual son las mismas empresas transnacionales que contaminan y que más amenazan con seguirlo haciendo, sin resolver ninguna de las causas reales del calentamiento atmosférico, las que justamente se visten de hadas madrinas para el apoyo de las depauperadas comunidades campesinas”.

En el actual proceso de privatización de las riquezas biológicas, las transnacionales se instalan peligrosamente en zonas clave de los corredores biológicos. Es así que otro componente ambiental del Plan Puebla Panamá lo constituye el Corredor Biológico Mesoamericano, que vinculará cientos de áreas naturales protegidas en la región para formar una sola zona de conservación. Grupos de la sociedad civil, ecologistas e indígenas denuncian el Corredor como una maniobra de relaciones públicas para legitimar el Plan Puebla Panamá ante el sector ambientalista.