Para buena parte de los mexicanos el mito de que un niño gordo es sano y está «lleno de vida» sigue teniendo vigencia, cuando en realidad el chico puede padecer obesidad, enfermedad que generalmente hereda de sus padres.
Si se buscan responsables de que el menor sufra de esta enfermedad, tendríamos que ubicar a los propios padres, pues son ellos quienes transmiten a los hijos los malos hábitos alimenticios sin estar conscientes de la magnitud del problema. A través de la comida los padres expresan cariño y protección y, al mismo tiempo, la utilizan como premio o castigo, lo que conduce a los niños a sobrevalorar los alimentos.
Una referencia importante la marca una investigación de la Sociedad Mexicana para el Estudio de la Obesidad, que señala que si el padre y la madre son delgados, el niño tiene 25% de posibilidades de ser obeso, en tanto que si el papá tiene sobrepeso y la madre no, sus probabilidades crecen a 70%. En cambio, si la mamá es la que está excedida, llega a 80 % (porque generalmente es la responsable de decidir la compra de alimentos y la preparación de éstos), y cuando ambos padres son obesos, el niño tiene alrededor de 90% de probabilidades de repetir la enfermedad.
Los niños mexicanos no sólo se exceden en la alimentación, sino en el consumo de comida chatarra. Si a ello agregamos que su vida es cada vez más sedentaria, por las horas que pasan frente al televisor o la computadora, los trastornos fisiológicos se hacen presentes. Por ejemplo, manifiestan alteraciones físicas ortopédicas, como pie plano, rodillas anormalmente cercanas entre sí y desviación de la columna vertebral.
También se hacen evidentes trastornos genitourinarios, es decir, dificultades para orinar, además de aumento de colesterol y lípidos, y otros padecimientos respiratorios y cardiovasculares, que desaparecen cuando se corrige la obesidad. Su crecimiento igualmente se ve alterado, debido a la maduración ósea acelerada. Por otra parte, psicológicamente el chico resulta dañado, pues su autoimagen se degrada cuando es objeto de bromas e insultos, o es rechazado por familiares y compañeros, lo que lo conduce a frustración y aislamiento.