Descubre las virtudes y beneficios tradicionales de la sauna. Parar durante unas horas el reloj de las prisas y detener el ritmo frenético de una vida algo estresada, se ha convertido en algo más que una necesidad. Tener la oportunidad de relajarse en una sauna, en ambiente cálido y lujoso, en el mismo corazón de la ciudad, es una oportunidad que no se puede desaprovechar.
Desde hace algunos años, en nuestras ciudades, se han abierto muchos centros para hombres que ofrecen este tipo de servicios antiestrés. Al contrario de lo que ofrecen los balnearios, o los centros de talasoterapia, en las saunas no existe la obligación de obtener resultados médicos. En estos sitios no hay aguas marinas, ni aguas minerales, sino un espacio para el descanso y el bienestar personal.
Por esta misma razón, las ciudades ofrecen estos centros sin necesidad de tener que desplazarnos a la costa o a la montaña en busca de tratamientos específicos, en medio de la naturaleza.
Las saunas ofrecen la posibilidad de darnos un baño con aceites esenciales, vapores perfumados, buena música ambiental, velas decorando un ambiente exclusivo, y otros muchos elementos que conforman un espacio único para la desconexión cotidiana.
Si buscamos un lugar tranquilo, y unas manos expertas para que nos den un buen masaje de relajación, entonces ya sabemos a dónde acudir.
Un servicio completo
Depilación, exfoliación y otros tantos cuidados corporales se suelen ofertar en estos centros exclusivos. El objetivo es estar relajados y volver a recuperar la serenidad necesaria para continuar con la lucha diaria.
En Finlandia, las sesiones de sauna forman parte de una tradición milenaria. En realidad se trata de disfrutar de sus beneficios para desprenderse de los males que forman parte del hombre moderno.
La sauna de calor seco es buena para distender los músculos, calmar los nervios y sobre todo, eliminar las toxinas (algo muy bueno para limpiar la piel).
Antes de entrar en la cabina de madera (desnudo si es posible), debemos darnos una ducha bastante caliente, así evitaremos el choque de temperatura. Es muy importante que nos desprendamos primero del reloj, de las gafas, y de todo aquello que sea conductor del calor (podríamos quemarnos). Normalmente, la sauna está a una temperatura de 90 º C.
El procedimiento es sencillo: tres sesiones seguidas de 10, 15 y 20 minutos, y entre medias, siempre, una ducha fría. Con esto evitamos sentirnos mareados debido a una bajada de tensión.
No podemos olvidar el agua. Es muy importante que nos hidratemos de vez en cuando. Los hombres que tengan problemas cardiovasculares o de asma no deberían entrar en una sauna.
El hammam
Algunos creen que procede de oriente. Pero en realidad sus orígenes se remontan a las termas romanas. Los hammams tradicionales disponían de 3 ó 4 salas a través de las cuales se iba avanzando hasta llegar al lugar más cálido. En este caso, el calor es húmedo (100% de humedad).
Los efectos del hammam son parecidos a los de la sauna. En algunos centros, ponen esencias de eucalipto para favorecer la respiración.
El hammam es, además, el lugar perfecto para un buen tratamiento de belleza. Lo ideal es someterse a un peeling de jabón negro para que la sensación de relajación se prolongue un poco más