«Tienen menú infantil con pizza, papas, refresco, postre y regalo, que está bastante bien, por 60 pesos». «Menú infantil por 80 pesos: se puede elegir entre sándwich o hamburguesa con bebida, postre o helado». Estas son dos frases literales rescatadas de diversos establecimientos que sugieren un menú infantil fácil de catalogar, a golpe de vista, como comida rápida.
Es una opción sabrosa, pero nada equilibrada. El menú para niños en los restaurantes se descarta por los alimentos que, precisamente, se recomienda evitar por ser poco saludables. Son demasiado energéticos y ricos en grasas y azúcares.
En los menús infantiles más habituales de los restaurantes, salvo que se escojan establecimientos de comida rápida, la pizza destaca como plato estrella. Los macarrones son la joya de los primeros platos y el pollo con papas fritas, es el protagonista indiscutible de los segundos. Un alimento muy dulce (helado, pastel o flanes) en el postre y el refresco para beber, son los dos complementos habituales.
Un menú infantil como este puede tener sentido para los menores de seis años que coman en compañía de otros niños, pero si lo hacen con los padres, puede ser una buena ocasión para probar la comida de los adultos. Los niños mayores deberían, incluso, pedir lo mismo que sus progenitores, en una cantidad ajustada a su apetito y sus necesidades.
Menú infantil: menú estándar
Al recolectar casi todos los menús para niños, de la mayoría de las cadenas de restaurantes del área metropolitana, todos coinciden en platos sencillos, de gran aceptación entre los más pequeños, y económicos, pero el resultado es un producto estandarizado compuesto por pasta, con preferencia por los macarrones (también sopa) y pollo. Este último se cocina en todas sus versiones, aunque el preferido es el pollo frito (empanado, muslitos, alitas…) o pescado empanizado en su mayoría acompañado con papas fritas. Las croquetas, el lomo y los huevos fritos se añaden al plato con menor frecuencia.
En los establecimientos tipo fast-food, el típico menú infantil se compone de hamburguesa, pizza o distintas preparaciones de pollo, con papas ritas.
Y como postre, el helado.
Los regalos, calcomanías, juguetes y demás promociones son trampas con las que juegan estos locales, además del precio (competitivo), para captar la atención de los pequeños.
El menú infantil tipo, de cualquier establecimiento, se compone de: pasta, pan, harinas, empanizados, papas fritas, refrescos y postres dulces, que se procesan rápido pero sacian poco y es cuando los chicos piden el tamaño extragrande.
Una de las ventajas de salir a comer con los niños es la posibilidad de probar comida diferente, pero la variedad de menús infantiles en los restaurantes es escasa. Lo que se recomienda es que los papás compartan el platillo para que el menor amplíe más su paladar siempre y cuando ingiera lo necesario.
Un ejemplo de ello lo tenemos en España que está tomando cartas en el asunto con La Comunidad de Madrid respalda la web «Madrid Infantil», donde se pueden consultar alternativas de ocio para niños tanto en la capital como en el resto de las ciudades. En el apartado «Dónde comer», de las 15 primeras sugerencias, al menos 10 son establecimientos de comida rápida.
Más problemas que soluciones
Si se analizan los menús infantiles, es fácil concluir que los inconvenientes superan a las virtudes. Si las comidas fuera de casa son contadas, el menú apenas tiene trascendencia. Importa más el local, que sea amplio o con un espacio destinado a los niños para que puedan estar tranquilos y animados con dibujos o diferentes juegos.
Sin embargo, cada día es más frecuente salir a comer a un restaurante. A pesar de que los niños más pequeños son conservadores y rígidos en sus gustos, el hecho de que apenas tengan variedad donde elegir les quita la oportunidad de probar alimentos con sabores y texturas desconocidas y les priva de ver una presentación original de los platillos. Ambos factores sorprenden a muchos niños y les animan a comer.
Desde la óptica nutricional, un menú infantil de restaurante es un auténtico «bombazo» de energía. Se basa en alimentos de elevado índice glicémico, que se procesan rápido y se convierten en azúcar, sin llegar a saciar. A las pocas horas, es habitual que el niño sienta hambre.
La mayoría de los platos son fritos, por lo que la carga calórica o energética y el aporte de grasas no sólo supera sus requerimientos sino también la capacidad del digestivo para asimilar tales cantidades. Los excesos se suceden si, además, se ingieren botanas, la canasta de pan o tortillas con queso u otros dulces para calmar el apetito imprevisto. El niño se sentirá sobrealimentado y, con probabilidad, pasará mala noche debido a estos excesos alimenticios.
Si se sabe aprovechar, comer en restaurante es una ocasión adecuada para enseñar a los niños el arte de comer, y hacerlo con buenos modales.
Cuando se opta por el menú infantil, se asegura que el niño coma tranquilo, pero se le impide la posibilidad de probar nuevos platos y apreciar la variedad de la dieta de los adultos.
Propuestas atrevidas
Algunos establecimientos novedosos en sus propuestas, hasta el punto de querer «desterrar» los menús infantiles han diseñado una nueva restauración con alimentos aceptados por los niños y otros que les agradan menos, como las verduras crudas o cocidas además de los pescados. La idea se puede enfatizar con un principio culinario como los canelones de espinacas con alguna carne y berenjena, la ensalada de verduras mixtas y nueces almendras o cacahuates caramelizados y crujientes, o los rollos de rebanado de pavo rellenos con arroz, champiñones y piña, otra opción seria anunciar menús infantiles con hasta un 30% menos de grasas, un 10% menos de azúcares añadidos y, en consecuencia, un aporte energético notablemente inferior.
La carta puede sugerir que se sustituya el pollo frito por asado a la parrilla, y las papas fritas por manzanas frescas cortadas en tiras y tratadas con limón para que no se oxiden; pero lo más importante es que se sirvan con platos y cubiertos especiales para niños y así no fomentar la sobre alimentación y resulte un problema el que la intención de enseñarles a comer “mejor» salga peor.