El interés por la alimentación sana que desde hace varios años se vive en numerosos países ha traído consigo la aparición de un nuevo trastorno alimentario, la ortorexia, consistente en la obsesión enfermiza por comer productos saludables.
En una entrevista con Efe, la dietista y nutricionista del Instituto Superior de Estudios Psicológicos de Barcelona (noreste), Andrea Gil, advirtió de que cada vez son más los españoles que sufren este trastorno, que puede acarrear problemas físicos y psicológicos a quienes lo padecen, dada la carencia en la ingesta de determinados nutrientes básicos para la salud.
A diferencia de la anorexia o la bulimia, la principal preocupación de los ortoréxicos es la calidad de los alimentos que ingieren.
La pautas de alimentación que siguen estos enfermos son muy variadas. Entre ellos están los frutívoros, que sólo comen fruta y verdura; los crudívoros, que únicamente toman alimentos crudos, y aquellos que no ingieren nada que no provenga del cultivo ecológico para evitar aditivos o herbicidas.
Este estricto régimen dietético, en el que a menudo se excluyen alimentos básicos para el organismo, como la carne, puede acarrear severos problemas de salud, como anemia, agotamiento, carencia de vitaminas y minerales, pérdida de masa ósea o un mayor riesgo de infecciones, en el caso de quienes no comen alimentos cocinados.
En los casos más extremos, la ortorexia puede llegar a provocar la muerte por desnutrición.
Según Andrea Gil, esta obsesión alimentaria condiciona en gran medida la vida social de los enfermos, que evitan salir con amigos, acudir a restaurantes o ir de vacaciones por temor a no poder mantener su dieta estrictamente.
Otra peculiaridad de los ortoréxicos es que planifican sus comidas en exceso, asegurándose de que nada de lo que comen tiene pesticidas o aditivos, y están constantemente hablando de la alimentación e intentando «adoctrinar» a la gente que hay a su alrededor.
La dietista destacó la dificultad de diagnosticar a un ortoréxico, ya que, aparentemente, no presenta signos externos que puedan hacer pensar que la persona en cuestión sufre un trastorno nutricional, como podría ser la pérdida de peso característica de las personas que sufren anorexia o bulimia.
Más difícil si cabe, añadió, es tratar a estas personas, pues están convencidas de que la dieta que siguen es el «paradigma» de la alimentación saludable y se niegan a medicarse.
Andrea Gil aseguró que esta enfermedad es más común en los individuos con un buen nivel de educación y un alto poder adquisitivo, aunque, con frecuencia, personas recuperadas de la anorexia caen también en la ortorexia.
El médico estadounidense Steven Bratman fue quien describió por primera vez este trastorno, y durante varios años practicó y abanderó la teoría de que una dieta estricta y saludable era la clave para alcanzar un buen estado de salud.
Harto de la comida de extremos, Bratman superó su obsesión por la comida sana y escribió un libro para ayudar a otras personas a combatir este trastorno, cuya incidencia está creciendo en los países desarrollados, donde las necesidades alimenticias básicas de los ciudadanos están cubiertas, según Gil.
A ello ha contribuido, subrayó la experta, la cada vez mayor preocupación por la salud y el culto al cuerpo, el auge de los alimentos llamados funcionales y la voluntad de la industria de crear nuevas necesidades alimentarias entre la población.
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