Comer sano desde el útero

Una dieta inadecuada durante el embarazo puede limitar el desarrollo intelectual del bebé y aumenta las posibilidades de que sufra obesidad y enfermedades cardiovasculares de adulto.
Aunque recetar dieta y ejercicio a los niños es una buena medida para evitar que, en el futuro, sean adultos obesos y, en consecuencia, enfermos, es posible actuar antes. Por ejemplo, alimentando a los bebés con leche materna en vez de leche de fórmula, e incluso antes: durante el embarazo.
La doctora Cristina Campoy, pediatra y profesora de la Universidad de Granada, asegura que una dieta adecuada de la madre gestante favorece el desarrollo intelectual del bebé y reduce sus posibilidades de padecer, en la edad adulta, enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
Campoy destaca que los casos más llamativos de esa «programación» son los del ácido fólico -abundante en el brócoli y las verduras de hoja verde- y los ácidos grasos omega 3 -que se encuentra en el pescado azul-. Desde hace años se recomienda a las mujeres que prevean quedarse embarazadas tomar suplementos de ácido fólico al menos tres meses antes de la concepción para prevenir defectos congénitos en la columna vertebral del feto, como la espina bífida. Sin embargo, recuerda la pediatra, este tratamiento preventivo -que sólo una minoría de las madres sigue correctamente- también reduce de forma importante las posibilidades de que el niño sufra en la edad adulta enfermedades cardiovasculares.
Potencial intelectual
En cuanto a los omega 3 -y especialmente el ácido docosahexaenoico o DHA-, tienen una gran capacidad antiinflamatoria y previenen la aparición de alergias, asma y obesidad. Además, investigaciones recientes sugieren que el consumo de grasas omega 3 no sólo influye en la salud física del futuro adulto, sino también en su desarrollo cognitivo e incluso en su conducta. Según Campoy, el DHA contribuye a que los individuos alcancen todo el potencial intelectual para el que estaban genéticamente «diseñados».
Cuidado con el peso
A causa de la “programación inadecuada” de sus sistemas metabólicos dentro del útero, algunos niños tienen un alto riesgo de desarrollar, durante la infancia, la adolescencia y en la vida adulta, obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, alergias, enfermedades crónicas de tipo inflamatorio y deficiencias en el desarrollo cognitivo y de la conducta, entre otro problemas. Por esta razón “Es conveniente aconsejar a las futuras mamás que lleguen con un peso adecuado a la gestación y, en el caso de que no lo logren o en el caso de las madres diabéticas, el control dietético y del peso durante el embarazo debe ser máximo y realizado por especialistas, para evitar los efectos negativos sobre el desarrollo del nuevo ser”, subraya la profesora Campoy.
Por otro lado, un consumo excesivo de proteínas durante los primeros meses de vida favorece la obesidad infantil y adulta.
Malos hábitos
Es frecuente que las gestantes que consumen drogas, alcohol o tabaco den a luz bebés de bajo peso. Los niños que han sufrido una deprivación nutricional en el útero materno tienen tendencia a ganar peso con gran rapidez al nacer si son alimentados con las fórmulas infantiles convencionales: el aporte de nutrientes adecuado para los recién nacidos de peso normal supone para ellos una “sobrealimentación”, lo que les hace ganar kilos de una forma excesivamente rápida. Este fenómeno, conocido como «catch-up», programa su organismo de forma inadecuada y, en consecuencia, el riesgo de padecer en el futuro obesidad y problemas cardiovasculares en estos niños es más alto, señala la pediatra.
 

Alimentación en el embarazo y lactancia repercute en la salud a largo plazo de los hijos

Según un estudio realizado en ratones por investigadores del Colegio Real de Veterinaria en Londres (Reino Unido) y publicado en la edición digital de la revista «Journal of Physiology», una mala alimentación durante el embarazo y la lactancia podría causar daños irreversibles perdurables en los hijos que van desde enfermedades cardiovasculares hasta diabetes.

 

Los investigadores, dirigidos por Stéphanie Bayol y Neil Stickland, alimentaron a ratas hembra con una dieta de «comida basura» que incluía patatas fritas de bolsa, queso, magdalenas y otros alimentos procesados durante el embarazo y la lactancia.

 

Las crías de ratón que nacieron con sobrepeso, preferían la comida basura y cuando se les alimentaba con una dieta sana, las crías presentaban una variedad de problemas médicos que duraban incluso más allá de la adolescencia y la vida adulta.

 

Las ratas tenían niveles elevados de colesterol y triglicéridos, factores asociados con la enfermedad cardiovascular. La insulina y la glucosa en la sangre también eran demasiado altas, causa de diabetes tipo 2. Las ratas seguían mucho más obesas que las normales con grasa extra alrededor de los riñones, otro factor de riesgo de diabetes.

 

Las ratas hembras de estas camadas se veían más afectadas, con niveles elevados de glucosa y de la hormona leptina que promueve el apetito, lo que las hacía propensas a la obesidad.

 

Según explica Stéphanie Bayol, coautora del estudio, «parece que la dieta de la madre mientras está embarazada y dando de mamar es muy importante para la salud a largo plazo de sus crías. Esto no significa que la obesidad y la salud pobre sean inevitables y es importante que nos cuidemos y vivamos con un estilo de vida saludable. Pero significa que las madres deben comer con responsabilidad mientras están embarazadas».

 

Los investigadores creen que estos resultados podrían trasladarse a los humanos ya que el ser humano comparte varios sistemas biológicos fundamentales con las ratas, así que hay buenas razones para asumir que los efectos que se observan en las ratas se podrían repetir en los humanos.