Marcela Giacometto, docente de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad Andrés Bello, explica en un artículo publicado en la página web lasegunda.com que una alimentación sana debe empezar desde la cuna y expone como debe ser este proceso.
Hasta los seis meses, los niños deben alimentarse exclusivamente con lactancia materna como primera opción. Luego de este período inicia la alimentación no láctea, donde verduras y frutas son necesarias para que el bebé forme sus hábitos alimentarios e ingiera todos los nutrientes que requiere para lograr un desarrollo normal.
Resulta fundamental entender que una sana conducta alimentaria se genera desde la cuna, porque todos los niños, a partir de los seis meses de edad, deben consumir diariamente frutas y verduras, ya que éste es el período de aprendizaje de hábitos alimentarios del cual los padres no son conscientes.
“Las verduras y frutas son fuente primordial de vitaminas variadas principalmente C, E, K, niacina, ácido fólico y provitamina A, junto con aportar minerales, fibra y elementos antioxidantes”, explica Marcela Giacometto.
Además, poseen un elevado contenido de agua, facilitando la eliminación de toxinas de nuestro organismo y ayudando a la hidratación. Son la mejor fuente de vitaminas -principalmente Vitamina C, en frutos cítricos como la naranja y el kiwi-. Ricas en antioxidantes como el betacaroteno (contenido en zanahorias), licopenos en el tomate, flavonoides en coliflor, brócoli, que ayudan a hacer más lento el proceso de envejecimiento. Además, distintas investigaciones avalan el efecto anticancerígeno de un adecuado consumo de verduras y frutas, junto con la prevención de enfermedades crónicas como diabetes y colesterol elevado, además de estreñimiento, en la vida adulta.
Dieta ideal
Desde los seis a ocho meses de edad, los pequeños pueden alimentarse con una dieta compuesta por 3/4 taza de papilla de verduras y 1/2 taza de papilla de frutas, logrando paulatinamente ir aumentando estos volúmenes, para alcanzar al año de edad un aporte de 1 taza de puré de verduras y 1 taza de puré de frutas.
Así, por ejemplo, una comida debe contener 1 cucharada de carne (posta, pavo o pollo sin grasa visible), verduras como la papa (1 unidad regular), zanahoria (1/2 unidad chica), acelga o espinaca (1 hoja regular), zapallo (1 trozo pequeño), arroz, sémola o fideos (1 cucharada sopera), y agregar al momento de servir, aceite crudo (11/2 cucharadita).
Una vez que el niño acepte por lo menos 1/2 taza de esta papilla se deben ir incorporando paulatinamente otras verduras: betarraga, zapallo italiano, porotos verdes, repollo, berenjena, brócoli y apio, evitando dar choclo hasta después del año.
Nuevos alimentos
Desde los ocho meses, la dieta del bebé puede incorporar legumbres, entregándolas en un comienzo pasadas por cedazo. Se pueden usar algunas verduras y hierbas naturales como cebolla, ajo, orégano y romero entre otras. Esto, con el objetivo que el niño conozca variedad de texturas, sabores y colores, que le permitirá aceptar una mayor variedad de alimentos.
“Es importante recordar que no se aconseja el uso de sal en las comidas de los menores de 1 año”, aclara la nutricionista.
Postres
El postre -raspado o rallado- puede ser manzana, pera, durazno, damasco, plátano (sin semillas en un comienzo), pepino dulce o naranja e ir incorporando progresivamente el resto. “No es recomendable mezclar el postre con la comida para estimular la ingesta, ni reemplazar la fruta por yogurt u otro postre lácteo porque con eso lo único que se conseguirá es que el niño adquiera un mayor gusto por los sabores dulces, pudiendo por esto rechazar las frutas”, comenta Marcela Giacometto.
“Se debe tener cuidado de no sustituir un alimento que el niño rechazó alguna vez por otro de mayor agrado y volver a incorporarlo más adelante. Asimismo, es importante no imponer, ni obligar al niño a comer con gritos o amenazas porque esto dificulta el proceso de aprendizaje de nuevas preparaciones y sabores.