La dieta cetógena es una terapia científicamente probada y conocida para el tratamiento de la epilepsia. Fue desarrollada por un médico americano a principios del siglo veinte, cuando existían pocos medicamentos para tratar dicha enfermedad.
Aunque la dieta cetógena se ha dado fundamentalmente a niños con epilepsia no controlada, también hay experiencia en adultos, donde se ha observado que más de la mitad de ellos tienen una reducción o desaparición de las crisis.
La dieta cetógena es rica en grasas y baja en carbohidratos y proteínas, lo que da como resultado un incremento en las cetonas en sangre, debido a la descomposición de la grasa. Este proceso es denominado cetosis. Además se limitan los líquidos, lo que ayuda a contribuir al éxito de la dieta.
La dieta cetógena debe ser supervisada por un profesional de la salud calificado. Generalmente se inicia con un ayuno bajo estrecha vigilancia médica, a menudo en un hospital, seguido de la introducción de la dieta y la capacitación de la familia para asegurar que se mantenga con éxito.
Los ingredientes son pesados al gramo y hay que mantener un control detallado de las calorías y líquidos para que resulte efectiva.
La dieta cetógena consiste en comidas con un alto nivel de grasas (aceite, mayonesa, mantequilla), mínimo de proteínas (carne, pescado, huevo) y prácticamente nulo de hidratos de carbono (pan, pasta, dulces, etc.).
Como todo tratamiento médico, la dieta cetógena puede tener efectos secundarios. Los más frecuentes son: parada del crecimiento, déficit de vitaminas y calcio, deshidratación, estreñimiento, aumento del colesterol y otros lípidos en la sangre, aparición de piedras en el riñón
La dieta cetógena está contraindicada en niños menores de un año y en niños con enfermedades metabólicas.