El subconsciente prefiere alimentos hipercalóricos

Estudios científicos detectaron que los ratones, modificados genéticamente para privarlos del sentido del gusto, desarrollaron preferencias por el agua azucarada en comparación con el agua normal. Los hallazgos sugieren que los ratones detectaron que el agua dulce poseía calorías, que es energía para sus cuerpos. Para los roedores, los dos tipos de agua tenían exactamente el mismo sabor.
Los humanos, por supuesto, podrían ser diferentes.
Sin embargo, el médico Iván de Araujo, coautor del estudio realizado por un equipo científico de la Universidad de Duke, apuesta a que el “sabor no es la única razón por la que nos gustan los alimentos muy calóricos. Incluso en caso de ausencia total de sabor, es posible desarrollar preferencia por las comidas con alto contenido de calorías”.
Los “sistemas de recompensas” en el cerebro le dicen a la gente cuando está disfrutando de cosas como el sexo y la comida. El interrogante para los investigadores era si los sistemas funcionarían si el gusto estuviera ausente. Pues, según dijo De Araujo, “los sistemas del cerebro que codifican las recompensas desarrollaron preferencia por la comida con calorías en ausencia de información sobre el sabor”.
Si esto se aplica a los humanos, se podría explicar por qué algunos alimentos bajos en calorías no son populares, incluso si tienen buen sabor. Es posible que un “mecanismo biológico refuerce la ingesta de alimentos ricos en calorías”.
El siguiente paso en la investigación es “comprender qué señales le indican al sistema de recompensas del cerebro que algo ha cambiado desde el punto de vista del metabolismo”, dijo el investigador, pues “cuando ingerimos calorías, cambiamos nuestro metabolismo”.
Anthony Sclafani, investigador del Brooklyn College de Nueva York, señaló que los descubrimientos son importantes porque son los “primeros que muestran que los nutrientes en los intestinos pueden activar directamente el sistema de recompensas del cerebro, aunque los resultados aún deben ser confirmados”. Agregó que los hallazgos podrían conducir a la mejor comprensión de los edulcorantes artificiales, “dulces en la boca, pero que, al contrario que los azúcares, no actúan en los intestinos para reforzar las preferencias de alimentos”

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