Menos sal para vivir más y mejor

La Federación Mundial del Corazón y la Organización Mundial de la Salud (OMS) animan este año a la gente, en el Día del Corazón, a dejar el salero a un lado.

Bajo el lema «Conozca sus factores de riesgo» se conmemoró una nueva edición, la novena, del Día Mundial de Corazón.

La OMS calcula que las enfermedades cardiovasculares y el infarto causaron 17,5 millones de muertes prematuras en el año 2005, y prevé que en 2015 esta cifra podría alcanzar los 20 millones si la población no toma conciencia de que, en gran parte, está en sus manos evitarlo.

Ese incremento se asocia fundamentalmente a una dieta malsana (ahora demasiado energética, salada y pobre en fruta y verdura), el sedentarismo y el consumo de tabaco, todos ellos hábitos que tarde o temprano acaban por hacer mella en nuestra salud.

Enfermedades crónicas como la hipertensión, los niveles altos de colesterol y glucosa en sangre, el sobrepeso y la obesidad suelen ser el resultado de ese estilo de vida.

Y son los principales factores de riesgo responsables, según la OMS, de al menos el 80% de las defunciones causadas por enfermedad cardiovascular e infarto.

Hace unos años, todas esas enfermedades crónicas se consideraban un problema propio de países ricos, pero hoy la tendencia ha cambiado y se han convertido también en los principales factores de riesgo en los países en vías de desarrollo.

En América Latina y el Caribe se calcula que dos de cada tres defunciones tienen su origen en alguna de ellas, según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que predice además un incremento del 17% en esa tasa en los próximos ocho años.

La enfermedad y la muerte no son las únicas consecuencias de las enfermedades crónicas, también las economías de los países se ven fuertemente perjudicadas por la epidemia.

Es el caso de algunos países del Caribe, donde deben invertir ya entre el 5 y el 8% de su PIB en el tratamiento de la diabetes y la hipertensión solamente.

Pequeños cambios, grandes beneficios

La campaña de este año hace hincapié en el control de la tensión arterial alta, la hipertensión, un trastorno que, aunque no da síntomas evidentes, provoca un profundo daño en corazón y arterias.

Afortunadamente, es fácil de detectar en una simple revisión médica.

Con valores por encima de 140/90 milímetros de mercurio (mmHg), la probabilidad de sufrir una enfermedad cardiovascular o un infarto se multiplica por tres respecto a las personas con una tensión arterial normal.

La hipertensión afecta actualmente a más de 1.000 millones de personas en el mundo y se calcula que para 2025 la incidencia podría llegar hasta los 1.500 millones, según estudios publicados en 2007 por la Asociación Americana del Corazón.

Los expertos de la OMS y la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) aseguran que pequeños cambios en nuestros hábitos alimentarios pueden reducir la tensión arterial de un modo muy significativo.

Tanto que, por ejemplo, eliminar de nuestra dieta diaria tres gramos de sal tendría como resultado un descenso del 20% en las muertes por infarto y más de un 15% en las muertes por enfermedad cardiovascular.

La OMS recomienda una ingesta máxima de 5 gramos de sal al día, lo que equivale aproximadamente a una cucharadita de café.

Una cantidad de sal que no procede únicamente del salero; el 75% de sal que consumimos está ya en la comida preparada que compramos.

Por eso, la Agencia de Normalización de Alimentos británica recomienda fijarse en la información nutricional de la etiqueta y elegir, siempre que sea posible, la que tenga un contenido de 0,3 gramos de sal (o 0,1 gramos de sodio) o menos por cada 100 gramos.

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