NUEVA YORK (Reuters Health) – Muchos alimentos procesados contienen demasiada sal, y las salsas, los aderezos y las carnes procesadas son los más salados, según mostró una nueva investigación.
Los consumidores de grandes cantidades de sal son más propensos a sufrir un aumento de la presión sanguínea con la edad, lo que a la vez aumenta el riesgo de enfermedad cardíaca.
Los funcionarios de salud pública cada vez controlan más a la industria alimentaria para que ayude a reducir el consumo de sal de la población.
Gran Bretaña y Francia, por ejemplo, lo hicieron de forma significativa, mientras que la ciudad de Nueva York acaba de lanzar una campaña para reducir un 25 por ciento el consumo de sal en los próximos 5 años.
Lo mismo está ocurriendo en Australia, donde ciertas empresas empezaron a reducir el contenido de sal en algunos de sus productos, según explicó el equipo de la doctora Jacqueline L. Webster, del Instituto de Salud Internacional George, en Sidney, Australia.
Para guiar esos esfuerzos, el equipo reunió datos sobre el contenido de sodio de 7.221 productos en 10 grupos de alimentos, 33 categorías y 90 subcategorías.
Según publicó American Journal of Clinical Nutrition, los alimentos tienen alto contenido de sodio cuando superan los 500 miligramos (mg) por cada 100 gramos, mientras que los que contienen menos de 120 mg/100 gr son de bajo contenido de sodio.
El equipo halló una gran variación en el contenido de sal dentro de ciertas categorías de alimentos.
Por ejemplo, el tipo más salado de queso duro tenía seis veces más sodio que el tipo menos salado. En el grupo de la carne feteada, la diferencia fue 14 veces y en el de papas congeladas fue 100 veces.
Las salsas y los productos untables, con 1.283 mg/100 g, y las carnes procesadas, con 846 mg/100 g, fueron las categorías con mayor contenido promedio de sodio.
La presencia de sodio fue menor en los cereales (206 mg/100 g), las frutas y las verduras (211 mg/100 g).
Casi dos tercios de las 33 categorías tenían concentraciones de sal mayores que los niveles máximos que establece la Agencia de Estándares Alimenticios de Gran Bretaña, mientras que los panes, las carnes procesadas, las salsas y los vegetales enlatados tenían varias subcategorías por encima de esos niveles.
«Un programa nacional de reducción de sal puede revertir las enfermedades crónicas mediante la reducción de la presión sanguínea a una fracción del costo de las terapias farmacológicas contra la hipertensión, por lo que debería ser una prioridad nacional», explicó el equipo.
FUENTE: American Journal of Clinical Nutrition, 2010
La pobreza, no los malos hábitos, es la causante de obesidad, según la UACM
fuente:la jornada
No es que la gente no sepa qué comer, sino que no tiene el dinero para hacerlo bien, asegura el investigador Alejandro Cerda
En delegaciones como Iztapalapa, Cuauhtémoc y Magdalena Contreras prevalece la “dieta del pobre”, lamenta
De acuerdo con el investigador Alejandro Cerda, los niños recurren a la comida chatarra no porque no tengan educación alimentaria, sino porque carecen de recursos económicos para acceder a alimentos más nutritivos, lo que eleva el índice de obesidad.
Sentado en un pedazo de cemento de lo que era una banqueta en la delegación Iztapalapa, Alejandro Sánchez Martínez, un niño de diez años de edad pero con cerca de 50 kilos de peso, disfruta goloso de comida chatarra que adquirió en el tendejón de la esquina de su casa. Como él, más de 60 por ciento de los niños y jóvenes que viven en las 16 delegaciones del Distrito Federal se alimentan de “comida rápida o chatarra”, lo cual provoca obesidad, según revelan estudios realizados por especialistas de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
Para el investigador Alejandro Cerda García no hay duda de que a “mayor pobreza, mayor obesidad”. Los estudios son contundentes: “Los gordos en delegaciones como Iztapalapa, Cuauhtémoc y Magdalena Contreras, entre otras, mantienen la llamada ‘dieta del pobre’ basada en comida chatarra”.
Contradice a los programas del gobierno federal que señalan que la obesidad es un problema de malos hábitos, “es una forma fácil de ver la obesidad, la cual es un problema de desnutrición”, ataja.
“Desde el sexenio foxista, en particular Josefina Vázquez Mota, reducía el problema de la obesidad a los malos hábitos alimenticios del mexicano goloso, del pecado capital que es la gula, pero nunca desde la pobreza, factor fundamental que provoca la obesidad”, subraya el doctor de la UACM, y clarifica: “la desnutrición en México sigue estando vigente, porque un tercio de la población del país –el Distrito Federal no es la excepción– vive con este problema”.
Recurre a una investigación realizada en un albergue infantil de la delegación Iztapalapa conocido como Casa Libertad. Los niños, explica, tienen problemas de obesidad relacionados con hábitos alimenticios que están directamente vinculados al poder adquisitivo de la población. En este albergue infantil, como en los muchos que existen en las 16 delegaciones, la alimentación (dentro o fuera) se basa en harinas o azucares, las proteínas son mínimas o no existen.
Como en Iztapalapa, la mayoría de los hogares, destaca el doctor Alejandro Cerda García, tienen un número más elevado de alimentos ricos en carbohidratos.
Esto confirma que la obesidad no solamente se registra en una persona que no se alimenta bien, sino que es provocada por causas estructurales económicas, precisa.
Varias investigaciones de la UACM dejan en claro que la obesidad, generalmente, se asocia a la idea de que el individuo es descuidado y culpable de su propio padecimiento, pero en realidad uno de los elementos más determinantes para su desarrollo es la pobreza.
Hacen referencia a la Encuesta Nacional de Nutrición que destaca que un mayor nivel de alimentación en la ciudad de México y en los estados del norte del país, “está asociado a una mayor calidad de vida”. Sin embargo, asegura, observamos en la delegación Iztapalapa una población mayoritaria en condiciones de pobreza.
“Esto confirma una serie de inequidades que se reproducen también en la ciudad. En esos casos, en las delegaciones pobres de la ciudad de México la obesidad está directamente relacionada con el nivel de ingreso de la población.
“No es que la gente no sepa qué comer, el problema es que no tiene para hacerlo bien. Su poder adquisitivo hace que no pueda acceder a verduras o frutas, sino que lo más cercano son galletas y azúcares”.
Los 50 kilos de peso de Alejandro Sánchez Martínez no son sólo por falta de educación alimentaria, asegura el investigador, es simplemente que no tiene un peso para decidir una mejor alimentación.
El poder de los Alimentos (Quema Grasa)
Son muchas las personas que tienen conocimientos de la nutrición funcional y la usan en su día a día. Los alimentos considerados «funcionales» reaccionan como remedios para algunos, pero pueden causar reacciones negativas en otros, por lo cual es importante un análisis previo por parte de un especialista.
Los alimentos funcionales son verdaderos hallazgos, que no tienen contraindicaciones y permiten la quema de grasa de forma natural. A continuación veremos cómo cada uno de ellos actúa en el organismo.
Peras
Llene su frutera de peras si quiere perder peso. Estudios realizados en la Universidad de Río de Janeiro confirman las cualidades de esa fruta. En el estudio (publicado en la revista estadounidense Nutrition), mujeres que comieron tres peras por día ingirieron menos que el total de calorías diarias permitidas, y perdieron más peso que aquellos que no comieron las frutas. Ricas en fibras, las peras ayudan a la sensación de saciedad, lo que evita posteriores «atracones» durante las comidas principales. Una pera antes de la comida ayuda a reducir la sensación de hambre, pero recuerde comerla con la cáscara: la mayor parte de la fibra está en ella.
Grapefruit, pomelo o toronja
Según investigadores de la Scripps Clinic, en California, Estados Unidos, la ingestión de media toronja antes de cada comida puede ayudar en la pérdida de peso, en una proporción de hasta un kilo por semana, incluso si no modifica nada en absoluto en el resto de su dieta. Los autores del estudio afirman que los componentes de la fruta ayudan a regular la insulina, hormona que almacena la grasa.
¿Cómo comerlas?
La cáscara y la pulpa, cortadas en pedazos y agregadas a la ensalada de hojas verdes como la espinaca. También son un buen acompañamiento para los camarones o simplemente descascaradas, cortadas en tiritas.
Almendras
Comer un puñado diario de almendras, junto con una dieta saludable, puede ayudarlo a adelgazar, como sugiere la investigación realizada en el International Journal of Obesity, de Estados Unidos. La prueba que sustentó el estudio pidió a los participantes que comieran almendras a diario durante seis meses. El resultado fue que perdieron 18% de su grasa corporal. Quienes siguieron una dieta con la misma cantidad de calorías y proteínas, pero sin almendras, y con carbohidratos complejos (como galletitas saladas de trigo) perdieron sólo 11 por ciento.
¿Cómo comerlas?
Excelentes para tenerlas a mano como pequeñas meriendas o picadas y agregadas a yogures o jugos.
Chocolate
¿Quién se resiste a un buen chocolate? El chocolate amargo -y otros alimentos ricos en antioxidantes-, pueden ayudar a evitar la acumulación de grasa en las células del cuerpo, lo cual es el inicio de las enfermedades cardíacas y de la obesidad. Así lo confirmó una nueva investigación publicada en Taiwán por el Journal of Agriculture and Food Chemistry.
¿Cómo comerlo?
Derrita media barra de chocolate oscuro en el microondas por 30 segundos y rocíe con él las frutas de su preferencia.
Porotos, caraotas o frijoles blancos
Están cargados de almidón resistente, un poderoso «quemador» de grasa; media taza tiene casi 10 gramos de almidón resistente. Si lo combina con otros alimentos ricos en almidón resistente, en la misma comida, puede quemar 25% más de grasa que de cualquier otra forma, según investigadores de la Universidad de Colorado, en Estados Unidos.
¿Cómo comerlos?
En potajes vegetarianos, o escurridos en ensaladas, con cebolla, ajo y aceite.
Contenido por:
Daniela Jobst, nutricionista y posgraduada en Nutrición Clínica Funcional y Bioquímica del Metabolismo.
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