Es una de las consecuencias de la rutina vertiginosa de estos tiempos modernos. En medio de nuestra carrera diaria, a veces los tiempos de comida pasan a un segundo plano. Incluso, algunas personas comen como mucho una o dos veces al día. Después, cuando se suben a la balanza, esperando comprobar las libras que perdieron, se sorprenden porque engordaron.
Cuando alguien pasa mucho tiempo sin comer, el cuerpo recibe un mensaje “equivocado”. Se podría explicar como un mecanismo de defensa, en el que el cuerpo trata de “defenderse” de la privación de alimentos. La respuesta del cuerpo no se hace esperar tratando de aprovechar al máximo los alimentos que recibe y volviéndose más “ahorrativo”. Como consecuencia, el metabolismo se vuelve más lento y esto hace que se aumente de peso con mayor facilidad.
Peligro, ¡persona con apetito cerca!
Al omitir comidas, generalmente se siente más apetito y ansiedad por comer, lo cual puede hacer que uno no sea tan cuidadoso al elegir los alimentos. Ante la idea de pensar en un alimento, es más probable que nos apetezca comer galletas de chocolate que un plato de frutas con yogur y que no nos fijemos en las cantidades que nos servimos.
Por otra parte, un ayuno prolongado puede tener otras consecuencias negativas para la salud:
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Mareos.
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Calambres musculares.
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Cansancio, falta de energía.
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Hipoglicemia (una disminución importante en los niveles de glucosa-azúcar-en la sangre), que puede poner la salud en riesgo.
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Desmayos.
Para bajar de peso, los profesionales en Nutrición recomiendan realizar como mínimo tres a cinco comidas diarias y, mejor aún, agregar entre uno y tres refrigerios livianos.
Si quieres bajar de peso, ¡come! Asesórate con un nutricionista para conocer cuál es el plan de alimentación más adecuado para ti, de manera que alcances tu meta de peso, comiendo.