Si come rápido… al menos coma bien

Las prisas son malas. Y para comer, nefastas. Pero desgraciadamente, el ritmo laboral de hoy en día apenas permite disfrutar del sagrado momento de la comida.

¿La solución? Rendirse a los menús diarios que ofrecen los restaurantes cercanos al lugar de trabajo, acudir a los pre cocinados y a los platos ya preparados o comulgar con los locales dedicados al fast food.

Lo más saludable es almorzar en casa un menú equilibrado. Pero generalmente, a los trabajadores les viene muy mal ir a comer a casa, suele estar lejos del trabajo y tienen que regresar al tajo con el postre entre los dientes. Algo que puede llegar a ser más insano que la hamburguesa más apergaminada. Así que el remedio son los restaurantes de menú diario cercanos a la empresa.

Lo que hay que hacer es relajarse, disfrutar de esa hora y media o dos estipuladas para el almuerzo y lanzarse a la búsqueda del comedor adecuado. Ahora bien, si el menú no se elige correctamente, acabarán convirtiéndose en kilos de más, aumento del colesterol y del ácido úrico y ardores cotidianos.

Normas para elegir

La primera pauta consiste en escoger adecuadamente el restaurante: que esté cerca, que sea tranquilo, que no sea una ganga -de los menús de precios irrisorios hay que huir como de la peste- y que la limpieza y la higiene salten a la vista. Intente que el lugar ofrezca varias posibilidades dentro del menú diario para poder combinar los alimentos. Conviene alternar el resto de los días con otros restaurantes.

Primeros y segundos platos
Las ensaladas son muy recomendables para abrir el almuerzo, pero alíñelas usted. Si uno tiene ese día un apetito canino y desea ese filetazo con patatas, pida de primero algo suave.

El apasionante mundo del segundo plato exige que durante la semana se alternen carnes blancas con rojas, pescados blancos y azules y huevos, pero ojo con los huevos que pida en una misma comida.
Por lógica, si los primeros son fuertes, los segundos que pequen de suaves y ligeros, y procure que aparezcan por algún escondrijo vegetales y verduras. De todas formas, no hay que abusar de las carnes rojas ni del pan. Si en el menú aparecen otros farináceos (arroz, patata, pasta) olvídese del pan, al igual que si se está atiborrando de patatas fritas. Eso sí, es preferible atacar la barrita de pan que pedir doble postre de profiteroles o hartarse de fritos.
La tentación de los postres
Con frecuencia, los postres suelen machacar las buenas intenciones que uno ha mantenido en el menú. Lo mejor: tomar alguna pieza de fruta o algún lácteo. Pero como variar es fundamental, se pueden combinar algún día con natillas o incluso con sorbetes (más ligeros que los helados cremosos).
¿Y las bebidas? La respuesta más clara es el agua. Una pequeña dosis de vino tampoco hace daño, pero para que esto se cumpla es necesario que dicho vino posea una cierta calidad. El café, al igual que el alcohol, es un irritante gástrico, y no conviene abusar.

Precocinados y “fast food”

Uno también puede recurrir a los precocinados o congelados, pero las empresas no suelen disponer de microondas, cubiertos, mesas para comer, abrelatas…
Así que la tercera vía para aplacar el hambre diaria es recurrir a un fast food. Un término genérico que al principio se aplicaba sólo a las hamburguesas, ahora abarca todo lo cocinado y servido, a velocidad supersónica: sandwiches, pizzas y, la última moda, los sushi-bar, en los que se sirve comida japonesa.
De todas estas modalidades incluidas en el fast food, el sushi es la más saludable. El resto depende de la calidad de las materias primas. Hay hamburguesas de carne de tercera, acompañadas de falsa mostaza, lechuga, cebolla y tomate que desconocen lo que significa la frescura. Mientras que en otros fast food las hamburguesas saben a carne de primera. Recuerde que estas comidas son deficientes en Vitamina C y muy bajas en fibra.
Rápido y nutritivo
Comer, merendar o cenar una hamburguesa o una pizza es casi un hábito para una gran parte de la población. Los más jóvenes, que son también los más aficionados, consideran, este tipo de comida, un pretexto para reunirse con los amigos, sin gastar demasiado. Y, para los más pequeños de la casa cenar una pizza es casi siempre un buen premio.
Los padres son los que no siempre ven con muy buenos ojos, estas comidas. Piensan que se trata de comida basura. Sin embargo, con una pizza Cuatro estaciones, por ejemplo, pueden estar tranquilos, porque seguro que están bien alimentados.
Mozzarella light
El problema de las pizzas para las personas que están a dieta, parece haberse solucionado. Ya que lo que realmente tiene un alto contenido en grasas – por eso engordan- es el famoso queso que las recubre: la mozzarella.
En la actualidad, prácticamente todas las pizzerías y en las hamburgueserías también, se puede pedir el menú dietético. Básicamente consta de los mismos ingredientes, pero con quesos bajos en grasas. A la mozzarella light se le añade, además, un chorrito de aceite de oliva – que controla el colesterol- para que el queso quede viscoso y homogéneo como la auténtica mozzarella.
Alimentos Precocinados
Conviene recordar que la mayoría de los alimentos precocinados cuentan con valores energéticos superiores a los de los alimentos tradicionales como huevos, leche, carne, etc.
Estos alimentos precocinados se consumen en la mayoría de los casos desconociendo el elevado número de kilocalorías que aportan. La tabla presentada a continuación contiene datos de los valores energéticos por 100 gr. de algunos de ellos. Los datos forman parte de los estudios de nutrición elaborados por los Laboratorios Sándoz.
Buñuelos, 123 kcal.; canapés, 234 kcal.; canelones, 127 kcal.; croquetas, 123 kcal.; churros, 348 kcal.; empanadillas de atún, 243 kcal.; jamón y queso empanados, 214 kcal.; lasaña, 147kcal.; pescado empanado, 178 kcal.; pizza, 243 kcal.; pollo empanado, 283 kcal.; rollitos de primavera, 258 kcal.; sopas de sobre, 49 kcal.; tortilla de patatas, 194 kcal.
Alimentos Congelados
Respecto a los congelados, conviene recordar que, como el congelamiento inhibe la actividad enzimática que los metaboliza , se consigue impedir la utilización del agua que está presente en los alimentos, lo que a su vez impide el crecimiento de bacterias, ya que éstas necesitan encontrarse en un ambiente húmedo para poder reproducirse.
En cualquier caso, es imprescindible que antes de adquirir estos productos se cerciore de cuánto es el tiempo de congelación recomendado ya que a partir de esa fecha, el producto comienza a deteriorarse.
 

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