La comida rápida de forma habitual conlleva más apetito incontrolado

Los mecanismos de control del apetito son de gran complejidad y, en gran parte, todavía no se conocen. Sin embargo, factores tan sencillos como el tiempo que se emplea en comer y tan complejos como la base genética que favorece la adicción a determinados alimentos -en concreto, el chocolate- permiten un margen de maniobra para evitar la obesidad.
Según Carlos Diéguez, presidente saliente de la SEEN, “los inconvenientes de la comida rápida no se reducen al mero balance nutricional de los ingredientes que llevan, sino que alcanzan a la propia costumbre de comer en poco tiempo. Cuando un individuo come de manera rápida, los mecanismos biológicos que indican al cerebro la sensación de saciedad no se activan a tiempo, lo que se traduce en que la persona acaba ingiriendo más cantidad de alimento y, por tanto, de calorías, por lo que si se hace de forma habitual puede tener consecuencias directas en el sobrepeso y la obesidad”.
“A medida que el estómago y el tracto intestinal reciben el alimento, experimentan cambios hormonales. Estas variaciones se transmiten a través del sistema nervioso central al cerebro, activando la sensación de saciedad”. Por ello, Diéguez aboga por una vuelta a la comida “en familia, reposada y tranquila, en la que los mecanismos de saciedad se activen de forma natural y se eviten atracones e ingestas excesivas”.
Mecanismos de saciedad
Hasta hace poco, los mecanismos de saciedad del organismo eran prácticamente desconocidos. Sin embargo, en la última década “hemos aprendido más sobre ellos y sabemos que son de una gran complejidad. Por un lado, están los estímulos sensoriales, ya sean de origen visual, olfativos y gustativos, que se envían a través del sistema nervioso central al cerebro”.
Otro tipo de estímulos se sitúan en el tracto gastrointestinal; “cuando el estómago está en ayuno, manda unas señales estimuladoras del apetito que activan en el cerebro la sensación de hambre. De manera inversa, al comer, el tracto gastrointestinal provoca la sensación de saciedad y reduce el deseo de ingerir más comida”.
Junto a estos estímulos, concurren el componente hedonista y la predisposición genética, que también favorece la ingesta de determinados tipos de alimentos.

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