Las mujeres que disfrutan menos con la comida son más propensas a la obesidad, un riesgo que se incrementa si cuentan con una variación genética asociada a bajos niveles de receptores de dopamina en el cerebro, según un estudio realizado por investigadores estadounidenses.
Los científicos de las universidades de Yale y Texas y del Instituto de Investigación de Oregón llegaron a esta conclusión tras medir con una resonancia magnética funcional la actividad cerebral en dos grupos de jóvenes mujeres mientras ingerían un batido de chocolate y una sustancia insípida.
Las mujeres también fueron sometidas a pruebas para detectar la presencia de una variación genética conocida como Taq1A1, relacionada con niveles más bajos de receptores de dopamina D2 en el cerebro y con una mayor masa corporal.
La dopamina es el principal neurotransmisor de los circuitos de recompensa del cerebro, localizados en el striatum dorsal.
Los resultados del estudio, que se publican en la última edición de la revista Science, son novedosos porque es la primera vez que se mide la respuesta cerebral ante la comida para predecir un eventual aumento de peso, según uno de sus autores, la profesora asociada Dana Small, de la universidad de Yale.
Los escáneres cerebrales demostraron que las mujeres cuya masa corporal era mayor tuvieron una reacción cerebral más débil que sus congéneres más delgadas al beber el batido de chocolate, en una indicación de que las personas obesas pueden tender a comer más para compensar la escasa recompensa que reciben.
Y un año después esas mujeres habían ganado más peso que las que experimentaron una mayor reacción de placer ante el batido, sobre todo si tenían la variación genética Taq1A1.
Investigaciones anteriores ya habían demostrado que las personas obesas tienden a tener menos receptores en el cerebro y a comer más para compensar este déficit en los niveles de recompensa.
Este estudio refuerza la teoría de que una respuesta débil ante la comida supone un factor de riesgo para la obesidad, aunque no descarta de forma concluyente la posibilidad de que también sea una adaptación al hecho de comer más, advirtió Small.
Según el autor principal del estudio, Eric Stice, del Instituto de Investigación de Oregón, a la luz de estos resultados los científicos buscan ahora posibles medidas conductuales o farmacológicas para corregir este déficit en los niveles de recompensa, con el fin de prevenir y tratar la obesidad.
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