La alimentación de los niños en verano

En tiempo de vacaciones las rutinas cambian, los horarios se alteran y la alimentación corre un mayor riesgo de desordenarse, lo cual representa un peligro para la salud de los niños.

 

Como los desequilibrios surgen con mayor facilidad en esta etapa, la dieta debe ser más cuidada. Expertos en nutrición recalcan la importancia de mantener hábitos alimentarios saludables en todos los periodos, y fomentar pautas alimentarias que favorezcan la promoción de la salud y el correcto desarrollo de los niños, lo cual les brindará beneficios a corto y largo plazo.

 

Durante el verano es importante mantener una alimentación variada y equilibrada, adaptando los menús a los alimentos propios de la estación, que les aportarán gran cantidad de vitaminas y minerales. Además, las vacaciones, son una oportunidad para que los niños consuman alimentos de temporada y prueben nuevos sabores, dentro de un ambiente festivo.

 

En verano la dieta debe también estar compuesta de tres comidas principales y dos comidas adicionales más ligeras, a media mañana y a media tarde. Al igual que en el curso escolar, se debe vigilar que el niño realice un desayuno correcto, cambiando algo el horario, pero manteniendo la organización de las comidas. El picoteo constante entre horas debe evitarse y se debe moderar el consumo de grasas, dulces, golosinas y “snacks”.

 

“El tentempié” para la playa, o para después de la cena, cuando pasa mucho tiempo antes de que el niño vaya a dormir, debe complementar los alimentos consumidos durante el día con alguna pieza de fruta, yogurt o vaso de leche. Evite darles alimentos con aporte energético innecesario y escaso valor nutricional.

 

Como es frecuente que los niños tomen pocos cereales, el consumo de pan en las comidas o entre horas, incluyendo en ocasiones pasta o arroz, puede ayudar a revertir esta tendencia.

 

El verano es también una época apropiada para consumir frutas y verduras preparadas de mil maneras o mezcladas. Tampoco pueden faltar los lácteos, que deben consumirse 2-3 veces/día; el grupo de las carnes/pescados/huevos , se aconseja consumirlos de 2-3 veces/día.

 

Es razonable un consumo de carne de 4-7 veces/semana (más cantidad y veces en los niños más grandes y activos y menor cantidad y frecuencia en los más pequeños o sedentarios).

 

Durante el verano existe también un mayor riesgo de deshidratación, por ello se aconseja consumir abundante cantidad de líquidos, principalmente agua. Incluya líquidos sistemáticamente en la dieta sin esperar a que los niños tengan sensación de sed. Para los más pequeños puede preparar batidos de frutas frescas o mezcladas con yogurt. Los zumos de frutas o de frutas con hortalizas, buscando las combinaciones más atractivas, pueden ser deseables para cualquier edad. Se ha comprobado que ofrecer bebidas variadas, favorece que el niño beba más.

 

Tips para madres de niños que no quieren comer

Tarde o temprano todas las madres nos enfrentamos al problema de que nuestros hijos no quieren comer, especialmente cuando son pequeños. Muchas veces por desconocimiento tomamos medidas que no ayudan a solucionar el problema, sino que pueden empeorarlo.

 

Aquí encontrarás una serie de pautas generales que te ayudarán a enfrentar esta situación. Sin embargo ante problemas particulares, es mejor consultar con el pediatra de tu hijo, quien podrá guiarte a resolver el problema de la mejor forma.

 

• En primer lugar debes saber que los niños pequeños no necesitan comidas específicas, sino nutrientes específicos. Así que si por ejemplo tu hijo rechaza la leche, podrías buscar otro alimento rico en calcio que la reemplace como el yogurt o el queso.

 

• Establece una rutina para las comidas y trata de mantenerla. Así que además de las comidas principales, introduce en la rutina un par de “snacks” espaciados entre las comidas, utilizando

alimentos nutritivos (no golosinas ni comida chatarra). Esto porque a ciertas edades, por ejemplo, a los 2 años, los niños necesitan comer 5 o 6 veces al día.

 

• No conviene obligar a un niño a comer, y mucho menos hacerle comer como si fuera un adulto. Sírvele porciones adecuadas a su edad, que aproximadamente son un tercio o un cuarto de una porción adulta.

 

• No lo obligues a terminarse todo lo que tiene en el plato si no quiere más, ya que ésto solo creará una aversión a la comida o, inversamente, podría acostumbrarse a comer en exceso.

 

• Los niños comen generalmente sólo lo que necesitan y dicen cuando es suficiente. Si está comiendo y de pronto dice que no quiere más, o ves que empieza a jugar con la comida o a ponerse inquieto, retira el plato o permítele levantarse de la mesa.

 

• Olvida las dietas y las comidas bajas en grasas en los niños de corta edad (por ejemplo, dale leche entera y no descremada).

 

Algunas reglas que debes tener presente

 

• Procura que en casa haya un tiempo de tranquilidad antes de las comidas, y no de plena actividad.

 

• Los niños aprenden viendo a los adultos y a los hermanos mayores, así que conviene que coman con él, y que ustedes coman lo que quieren que su pequeño coma.

 

 

Más tips para cuando tus niños no quieren comer.

 

• Acostumbra a tu hijo a comer sentado a la mesa.

 

• No utilices la comida o los postres como premio o castigo.

 

• Dale a tu hijo el mismo derecho que tú tienes de elegir lo que comes.

 

• Recuerda que no hay comidas prohibidas, siempre que éstas sean parte de un plan nutricional adecuado.

 

• No olvides que el dicho “la comida entra por los ojos”, aplica también a los niños. Ofrécele comidas atractivas que puedan comer con la mano, por ejemplo con formas especiales (de dedo, etc)..

 

• Enséñale a servirse sólo y apaga la T.V. a la hora de la comida.

 

• Si es posible, dale utensilios especiales para niños y sobre todo ¡Dales tiempo!

 

 

Algunos aspectos importantes a tener en cuenta:

 

• La hora de la comida debe ser un momento de encuentro familiar que todos disfruten, que excede al mero hecho de ingerir alimentos.

 

• Recuerda que los niños están en un proceso de crecimiento en el que van adquiriendo autonomía y se va “separando” de ustedes. Si de repente se pone “rebelde” con la comida, puede ser parte de este proceso y no necesariamente un problema con la comida en sí misma.

 

• Déjalo que participe en la preparación de la comida, excepto en “lavar la fruta”.

 

• Permítele que participe en la elección de los alimentos que comerán, o en los que comprarán en el supermercado.

Comer sano desde el útero

Una dieta inadecuada durante el embarazo puede limitar el desarrollo intelectual del bebé y aumenta las posibilidades de que sufra obesidad y enfermedades cardiovasculares de adulto.
Aunque recetar dieta y ejercicio a los niños es una buena medida para evitar que, en el futuro, sean adultos obesos y, en consecuencia, enfermos, es posible actuar antes. Por ejemplo, alimentando a los bebés con leche materna en vez de leche de fórmula, e incluso antes: durante el embarazo.
La doctora Cristina Campoy, pediatra y profesora de la Universidad de Granada, asegura que una dieta adecuada de la madre gestante favorece el desarrollo intelectual del bebé y reduce sus posibilidades de padecer, en la edad adulta, enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
Campoy destaca que los casos más llamativos de esa “programación” son los del ácido fólico -abundante en el brócoli y las verduras de hoja verde- y los ácidos grasos omega 3 -que se encuentra en el pescado azul-. Desde hace años se recomienda a las mujeres que prevean quedarse embarazadas tomar suplementos de ácido fólico al menos tres meses antes de la concepción para prevenir defectos congénitos en la columna vertebral del feto, como la espina bífida. Sin embargo, recuerda la pediatra, este tratamiento preventivo -que sólo una minoría de las madres sigue correctamente- también reduce de forma importante las posibilidades de que el niño sufra en la edad adulta enfermedades cardiovasculares.
Potencial intelectual
En cuanto a los omega 3 -y especialmente el ácido docosahexaenoico o DHA-, tienen una gran capacidad antiinflamatoria y previenen la aparición de alergias, asma y obesidad. Además, investigaciones recientes sugieren que el consumo de grasas omega 3 no sólo influye en la salud física del futuro adulto, sino también en su desarrollo cognitivo e incluso en su conducta. Según Campoy, el DHA contribuye a que los individuos alcancen todo el potencial intelectual para el que estaban genéticamente “diseñados”.
Cuidado con el peso
A causa de la “programación inadecuada” de sus sistemas metabólicos dentro del útero, algunos niños tienen un alto riesgo de desarrollar, durante la infancia, la adolescencia y en la vida adulta, obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, alergias, enfermedades crónicas de tipo inflamatorio y deficiencias en el desarrollo cognitivo y de la conducta, entre otro problemas. Por esta razón “Es conveniente aconsejar a las futuras mamás que lleguen con un peso adecuado a la gestación y, en el caso de que no lo logren o en el caso de las madres diabéticas, el control dietético y del peso durante el embarazo debe ser máximo y realizado por especialistas, para evitar los efectos negativos sobre el desarrollo del nuevo ser”, subraya la profesora Campoy.
Por otro lado, un consumo excesivo de proteínas durante los primeros meses de vida favorece la obesidad infantil y adulta.
Malos hábitos
Es frecuente que las gestantes que consumen drogas, alcohol o tabaco den a luz bebés de bajo peso. Los niños que han sufrido una deprivación nutricional en el útero materno tienen tendencia a ganar peso con gran rapidez al nacer si son alimentados con las fórmulas infantiles convencionales: el aporte de nutrientes adecuado para los recién nacidos de peso normal supone para ellos una “sobrealimentación”, lo que les hace ganar kilos de una forma excesivamente rápida. Este fenómeno, conocido como “catch-up”, programa su organismo de forma inadecuada y, en consecuencia, el riesgo de padecer en el futuro obesidad y problemas cardiovasculares en estos niños es más alto, señala la pediatra.
 

Los niños y los complementos de vitaminas

Muchos niños y adolescentes estadounidenses sanos, podrían estar tomando complementos vitamínicos y de minerales que no necesitan, señalan investigadores en la edición de febrero de Archives of Pediatric & Adolescent Medicine.
 
Los expertos indican que los complementos de vitaminas y minerales no se consideran necesarios si se lleva una dieta balanceada. Los niños que realmente necesitan estos complementos, son los que no tienen tan buena nutrición, son menos activos y provienen de hogares de bajos ingresos, por lo que podrían no estar recibiendo las dosis de vitaminas y minerales que necesitan, señalan los expertos.
 
La Academia Estadounidense de Pediatría no recomienda complementos de vitaminas para la mayoría de los niños mayores de un año, pero sí para aquellos que tienen enfermedades crónicas, trastornos alimentarios y algunas otras afecciones.
 
La sobredosis o el envenenamiento por el uso de complementos puede ser un problema, sobre todo entre los niños más pequeños (entre 2 y 4 años). Una sobredosis puede provocar vómitos o problemas más graves como daños renales o hepáticos.
 
El Dr. Ulfat Shaikh, autor del estudio y profesor asistente de pediatría de la facultad de medicina Davis de la Universidad de California y pediatra del Hospital infantil de la UC en Davis, dijo: “Nos sentíamos curiosos por saber por qué ciertos padres podrían elegir complementos multivitamínicos de venta libre para niños y otros no”. Según explicó, la hipótesis del estudio se basó en que los complementos se pueden utilizar para reducir los efectos adversos, si los padres piensan que el niño no está comiendo bien o si se preguntan de dónde vendría su próxima comida.
 
Los autores revisaron datos sobre complementos de vitaminas y minerales, así como la dieta, el ejercicio y factores de seguro de salud de unos 11,000 niños y adolescentes entre los 2 y los 17 años de la Encuesta nacional de examen de la salud y la nutrición.
 
Cerca de la tercera parte (el 34 por ciento) de los jóvenes había usado complementos de vitaminas y minerales durante el mes anterior a la entrevista. Como se esperaba, los niños que tenían exceso de peso eran los que más tomaban vitaminas y minerales.
 
De manera sorprendente, sin embargo, era más probable que los niños que no los necesitaban tanto consumieran estos complementos, por ejemplo, los niños blancos de familias con ingresos más elevados, más seguridad alimentaria, mejor nutrición y más niveles de actividad. El 47 por ciento de estos niños (que también eran menos propensos a ser obesos) tomaban vitaminas, en comparación con el 28 por ciento de los que estaban en situaciones menos privilegiadas.
 
El equipo halló que el costo parece ser el mayor obstáculo para que los hogares de ingresos más bajos agreguen complementos a la dieta de sus hijos. “Una de las cosas que pensamos que era responsable de esto fue la posibilidad de que el ingreso y la educación paterna pudieran superar otros factores”, aseguró Shaikh.
 
Además, de hecho, la información mostró que el 22 por ciento de los niños que vivían en hogares ubicados bajo el límite federal de pobreza, usaban vitaminas, en comparación con el 43 por ciento de los hogares que vivían por encima de la línea.
 
El 38 por ciento de los niños que vivían en hogares que no usaban cupones alimenticios usaban vitaminas, en comparación con el 18 por ciento de los jovencitos de hogares en los que no se usaban estas ayudas gubernamentales.

Seis errores que cometen los padres al alimentar a sus hijos

Los niños tienden a ser quisquillosos con la comida, lo cual es parte normal de su desarrollo. Por esta razón los padres se enfrentan diariamente al desafío de encontrar comidas que les agraden y coman, pues los atemoriza que sus hijos no coman nada.

 

Aunque “Los padres creen que su trabajo es lograr que sus hijos coman algo, en realidad su trabajo consiste en servirles una variedad de alimentos sanos”, afirma la nutricionista infantil Harriet Worobey.

 

Los seis errores más comunes que cometen los padres al alimentar a sus hijos son:

 

1. Sacar a los hijos de la cocina.

Por todos los peligros que encierra la cocina (cuchillos afilados, recipientes con agua hirviendo, hornillas calientes, etc.), es natural que los padres no quieran que sus niños estén en ella mientras preparan los alimentos. No obstante, estudios sugieren que el hacerlos participar en la preparación de la comida, es un primer paso para lograr que prueben platillos nuevos.

Investigadores de la Universidad de Columbia descubrieron que los niños que habían cocinado sus alimentos se mostraban más proclives a comerlos.

 

2. Presionarlos para que prueben un poco de todo

Aunque parece razonable exigir a un niño que coma al menos un bocado de cada cosa, puede ser contraproducente. Estudios muestran que los niños reaccionan de forma negativa cuando los padres los presionan para comer algo, aún si la presión supone una recompensa posterior.

 

Un estudio en la Universidad del Estado de Pensilvania, en el que se pidió a los niños que comieran verduras y tomaran leche a cambio de stickers y tiempo para mirar TV, mostró que un tiempo después, los niños mostraban desagrado por dichos alimentos.

 

3. Mantener las cosas ricas fuera de su alcance

Los padres temen que los niños coman demasiado si tienen a su alcance cosas sabrosas, por ello las ponen por lo general fuera de su vista o en algún estante alto. Sin embargo, varias investigaciones muestran que si un padre restringe un alimento, el niño lo querrá más todavía, por lo que se aconseja no llevar al hogar alimentos que tendrán que restringir.

 

4. Hacer dieta delante de los niños

Los niños tienden a imitar las preferencias de comida de sus padres y se muestran mucho más proclives a probar alimentos si ven que su padre o madre los están consumiendo. Un estudio de la Universidad de Rutgers sobre preferencias de alimentos de los padres y sus hijos descubrió que los preescolares tienden a preferir y rechazar las mismas frutas y verduras que les gustaban o no a sus padres.

 

5. Servir verduras aburridas

Los padres que suelen contar las calorías de todos los alimentos, sirven por lo general en su casa verduras hervidas sin ningún otro agregado, lo que aumenta el rechazo de los niños a comerlas. Los nutricionistas sostienen que los padres no deberían tener miedo de “adornar” las verduras.

 

6. Abandonar la lucha demasiado pronto

Las preferencias que tienen los niños por los alimentos suelen ser cambiantes. Es por ello que los padres deben seguir preparando y sirviendo en la mesa alimentos sanos aunque sus hijos se nieguen a probarlos. Para que un alimento sea aceptado, se necesitan diez o más intentos e incluso hasta varios meses.

 

La dieta de la infancia influye en el posterior desarrollo escolar

Una dieta inadecuada en los primeros años de la infancia tiene efectos en el posterior desarrollo escolar de los niños, según indica un estudio publicado en el Reino Unido.

 

La investigación, realizada por expertos de las universidades inglesas de Londres y Bristol, señala que los pequeños que a los 3 años consumieron mucha comida basura -como alimentos muy procesados o con alto contenido de sal y azúcar- progresaban menos en el colegio.

 

Los expertos hallaron que, en comparación con otros niños, los que tomaron más cantidad de comida basura a esa edad tenían un 10 por ciento menos de probabilidades de alcanzar los niveles de desarrollo esperados entre los 6 y los 10 años.

 

También comprobaron que el régimen alimenticio en años posteriores no tenía tanta incidencia en el desempeño en la escuela.

 

El trabajo presentado se basó en los datos recabados por un famoso estudio de la Universidad de Bristol llamado “Niños de los 902, que sigue el desarrollo de 14.000 niños desde su nacimiento en 1991 y 1992.

 

Para llegar a sus conclusiones, los investigadores tuvieron en cuenta otros factores que pueden afectar al desarrollo escolar infantil, como unos bajos ingresos de los padres o malas condiciones de vivienda.

 

Según la experta en nutrición Pauline Emmett, de la universidad de Bristol, el estudio “muestra una sólida asociación” entre hábitos alimenticios en los primeros años y el posterior desarrollo escolar, e indica que “las pautas de las primeras comidas tienen efectos duraderos, al margen de cambios posteriores en la dieta.

 

“Es muy importante que los niños tengan una dieta equilibrada desde la primera infancia si quieren sacar el máximo provecho de la educación”, subrayó Emmett.

Alimentación en el embarazo y lactancia repercute en la salud a largo plazo de los hijos

Según un estudio realizado en ratones por investigadores del Colegio Real de Veterinaria en Londres (Reino Unido) y publicado en la edición digital de la revista “Journal of Physiology”, una mala alimentación durante el embarazo y la lactancia podría causar daños irreversibles perdurables en los hijos que van desde enfermedades cardiovasculares hasta diabetes.

 

Los investigadores, dirigidos por Stéphanie Bayol y Neil Stickland, alimentaron a ratas hembra con una dieta de “comida basura” que incluía patatas fritas de bolsa, queso, magdalenas y otros alimentos procesados durante el embarazo y la lactancia.

 

Las crías de ratón que nacieron con sobrepeso, preferían la comida basura y cuando se les alimentaba con una dieta sana, las crías presentaban una variedad de problemas médicos que duraban incluso más allá de la adolescencia y la vida adulta.

 

Las ratas tenían niveles elevados de colesterol y triglicéridos, factores asociados con la enfermedad cardiovascular. La insulina y la glucosa en la sangre también eran demasiado altas, causa de diabetes tipo 2. Las ratas seguían mucho más obesas que las normales con grasa extra alrededor de los riñones, otro factor de riesgo de diabetes.

 

Las ratas hembras de estas camadas se veían más afectadas, con niveles elevados de glucosa y de la hormona leptina que promueve el apetito, lo que las hacía propensas a la obesidad.

 

Según explica Stéphanie Bayol, coautora del estudio, “parece que la dieta de la madre mientras está embarazada y dando de mamar es muy importante para la salud a largo plazo de sus crías. Esto no significa que la obesidad y la salud pobre sean inevitables y es importante que nos cuidemos y vivamos con un estilo de vida saludable. Pero significa que las madres deben comer con responsabilidad mientras están embarazadas”.

 

Los investigadores creen que estos resultados podrían trasladarse a los humanos ya que el ser humano comparte varios sistemas biológicos fundamentales con las ratas, así que hay buenas razones para asumir que los efectos que se observan en las ratas se podrían repetir en los humanos.