Según señala la doctora Susana Monereo, jefa de la sección de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Getafe (Madrid), “hoy en día, existe suficiente evidencia científica como para relacionar de forma fehaciente la recuperación de peso tras dietas de adelgazamiento, con múltiples comorbilidades, sobre todo, patologías cardiovasculares, mayor mortalidad y un aumento del peso final, que ronda el 30 por ciento sobre el peso inicial”.
La recuperación del peso perdido tras una dieta de adelgazamiento, “es un fenómeno habitual que repercute muy negativamente sobre la salud y al que con frecuencia no se le da la importancia que realmente tiene”, señala la doctora Monereo
Todavía no existe una clara definición del fenómeno de recuperación de peso. Sin embargo, en palabras de la experta, “lo que sí se conoce es que se incrementa con el índice de masa corporal, de forma que hasta un 80 por ciento de pacientes con obesidad pueden sufrirlo. Además, afecta predominantemente a mujeres”.
Según explica, el balance energético que regula el peso corporal reduce o aumenta el gasto dependiendo de la ingesta, “pero con una clara tendencia al ahorro de energía”. De esta forma, si se aumenta la ingesta, se incrementa levemente el gasto mientras que si se reduce la ingesta, la reducción del gasto es mucho mayor. Es decir, “la respuesta tiende claramente a preservar la grasa corporal como reserva energética”.
De esta forma, el sujeto “no sólo recupera o incrementa el peso perdido, sino que cambia su composición corporal con tendencia a un mayor acúmulo de grasa, tanto de manera global, como, sobre todo, intraabdominal”.
La endocrinóloga indica que los efectos de este tipo de recuperación de peso son variados, afectan al metabolismo de la persona e, incluso, a su estado de ánimo. No obstante, el aumento del riesgo cardiovascular es su consecuencia más grave.
Por tal razón, la experta aconseja que “solamente se debe perder el peso que uno vaya a ser capaz de mantener en función de los cambios que sea capaz de realizar en su estilo de vida”.
Reconoce que mantener de forma continuada una restricción de ingesta es muy difícil de conseguir, pero que sin embargo existen otros factores que pueden ayudar “como el ejercicio físico, claramente eficaz, ya que mantiene la masa muscular activa y con ello el gasto energético”. Asimismo, los fármacos antiobesidad probablemente sean imprescindibles, eso sí, “siempre bajo un escrupuloso control médico”.
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