Cuando los psicólogos trabajan con el tema de la sobrealimentación, hablamos principalmente sobre el hambre emocional, tema esencial dentro de los problemas de sobrepeso y obesidad. Sin embargo, ¿cómo podemos reconocer cuando tenemos hambre emocional si muchas veces no llegamos a reconocer nuestra hambre fisiológica?
Vivimos tan a prisa y estresadas que hemos aprendido a aplazar o ignorar las señales que nos manda nuestro cuerpo. ¿Cuántas veces tenemos frío y no nos tapamos porque “así nos vemos bien”, “el suéter está muy lejos”, “ahorita voy”? ¿Cuántas veces tenemos sed y nos tomamos una taza de café en vez de un vaso con agua? Y que ni se nos ocurra querer ir al baño cuando estamos en medio de una junta o un examen, “vejiga, ¡aguántate!”.
No obstante, nuestro cuerpo es muy sabio y nos pide lo que necesita mandando señales claras a las cuales generalmente no les hacemos caso. Entonces, ¿cómo queremos reconocer nuestros sentimientos y hambre emocional si ni siquiera le hacemos caso a las claves básicas de nuestro cuerpo?
Es por eso que uno de los primeros pasos para comenzar a trabajar en nuestra alimentación es escuchar y darle a nuestro organismo lo que necesita. En relación a los alimentos, las siguientes son señales de hambre física y saciedad con las cuales debemos empezar a trabajar para después comenzar con el manejo del hambre emocional. Es recomendable comer inmediatamente cuando se presentan estas señales y parar cuando las de saciedad se hacen presentes. Un tip es comer lentamente para darle tiempo a nuestro sistema de enviar estas claves a nuestro cerebro.
Señales de hambre física:
- Ruidos o dolor estomacal
- Sensación de vacío en el estómago
- Dolor de cabeza
- Falta de atención o concentración
- Debilidad o cansancio
- Mareo
- Irritabilidad
Señales de saciedad (parar de comer cuando se presentan):
- Se deja de experimentar hambre y hay una sensación de comodidad
- El cuerpo obtiene energía y se siente “ligero”
- La comida pierde su sabor, por lo tanto los bocados no saben tan deliciosos como los primeros
Debemos evitar seguir comiendo hasta sentirnos sumamente “llenas” o hasta que nos aprieta el pantalón, ya que en esos momentos estamos haciendo a un lado las claves que nos manda el cerebro y estamos respondiendo al hambre emocional, alimentándonos más por placer o ansiedad que por las necesidades de nuestro cuerpo.