Los snacks o aperitivos salados, son productos que se caracterizan por ser ligeros, fáciles de manipular y de comer, sabrosos y capaces de aplacar momentáneamente la sensación de hambre. Estos productos suponen un mercado enorme y generan grandes beneficios a sus fabricantes y distribuidores.
Los snacks llegan al consumidor en una gran diversidad de presentaciones, pueden ser horneados, fritos y estar cubiertos de cacao, maní, etc., además de contar con distintos aromas y sabores. Los menos consumidos son los envases más pequeños (de 0 a 45 gr). El consumo se realiza a nivel familiar, evidenciando así, el tipo de alimentación que llevan la mayoría de las familias consumidoras.
Además de consumirse para “matar el hambre”, los snacks se usan para proporcionar energía al cuerpo o simplemente por placer. Sin embargo, al tener poco o ningún valor nutricional, exceso de aditivos, ser hipercalóricos y no contribuir a la salud, se les considera “comida basura” por lo que deberían evitarse o en todo caso ser un producto ocasional en la dieta, sobre todo en la dieta infantil.
Los snacks tomados antes de las comidas, reducen el apetito de los niños y les acostumbran a sabores intensos y poco naturales. Al ser tan sabrosos y salados, convierten en insípidos platos muy saludables como verduras, ensaladas o pescados.
Muchos snacks están compuestos fundamentalmente de harina o sémola de cereales o tubérculos (maíz, trigo, fécula de patata, en su mayoría transgénicos) y grasa (aceite de semillas, grasa vegetal o grasa vegetal hidrogenada) acompañados de agua, sal y aditivos (colorantes, saborizantes y conservantes).
La grasa de los snacks es la menos saludable. Aunque en el etiquetado no se especifica el tipo de grasa utilizada como ingrediente, en la fabricación de estos productos suelen emplearse aceites vegetales, como de semilla de girasol, maíz, soja y palma. La grasa vegetal hidrogenada, aumenta la presencia de grasas saturadas y su consumo excesivo eleva los niveles de colesterol malo (LDL). Además, las grasas trans que alargan la vida y potencian las cualidades organolépticas del producto, también aumentan el colesterol malo y reducen el nivel de colesterol bueno (HDL).
La cantidad de sal contenida en la mayoría de snacks es excesiva. En una bolsa de maíz salado de 50 gr, un niño puede llegar a ingerir la mitad del consumo máximo diario recomendado de sodio. Por tal razón, quienes acostumbran comer snacks, superan la cantidad recomendada de sodio con los efectos negativos que esto supone para la salud.
Estadísticas señalan que tres de cada diez adultos padecen hipertensión por una ingesta excesiva de sal. Esta no sólo sube la presión, sino que aumenta el tamaño del ventrículo izquierdo del corazón, contribuyendo al accidente vascular cerebral, insuficiencia renal y cáncer de estómago.
Los snacks están compuestos también por sustancias como el glutamato, un aditivo potenciador del sabor que estimula el apetito y nos hace comer más. Según pruebas en animales, el glutamato monosódico puede llegar a producir un apetito un 40 % superior, por lo que si las personas dejaran de consumirlo en su dieta, verían reducido su voraz apetito y les resultaría más fácil seguir una dieta y perder peso.
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