Cada vez es mayor el número de ancianos que viven solos en las sociedades desarrolladas. Al margen de las implicaciones psicoafectivas que esta dura realidad pueda presentar para ellos, esta circunstancia conlleva unas consecuencias de salud pública muy relevantes.
“La comida, además de aportarnos los nutrientes necesarios para la correcta función del organismo, lleva aparejada un gran número de factores socioculturales que determinan que los ancianos que comen habitualmente solos tengan un mayor riesgo de malnutrición”. Esta circunstancia ha sido puesta de manifiesto por Arantza Pérez Rodrigo, médica geriatra, durante su intervención en el III Simposio de atención al paciente mayor, organizado por la Residencia Igurco Orue en Amorebieta-Etxano.
En concreto, la experta ha participado como ponente de la mesa redonda Importancia de la nutrición en la atención del paciente mayor, que ha tratado las amenazas a las que se enfrentan los mayores por una mala alimentación. Pérez Rodrigo ha indicado que la falta de compañía en las comidas supone para muchas de estas personas una disminución del valor que aquéllas tienen, al perder el componente social. Por ello, “dan a la alimentación una importancia menor, con numerosas y perjudiciales consecuencias”.
Una de éstas es la monotonía en la dieta, por la que muchos mayores acaban comiendo sólo un reducido grupo de alimentos, por lo que sus carencias nutricionales pueden ser muy relevantes y acabar desembocando en una clara malnutrición.
Este abandono supone también que en muchos casos, “algunos mayores cocinen muy poco” y repitan el mismo plato que han cocinado una vez “a lo largo de varios días seguidos” durante la semana.
Otros condicionantes propios de la edad, como la dificultad para la masticación y la deglución interfieren en la correcta alimentación de los miembros de la tercera edad “ya que pueden acabar dando lugar a dietas blandas a base de purés, tortillas y similares, reduciendo así el rango de tipos de productos que ingieren”.
Además, esta situación, en la que la comida pierde gran parte de su valor al ver reducido prácticamente a la nada a su componente social, puede darse asociada con un cuadro de desorden en las horas y en las cantidades de comida que se toman.